26/9/16

Fumar daña el ADN permanentemente

Fumar daña el ADN permanentemente

muyinteresante.es

A pesar de el consumo de tabaco ha disminuido en muchos países del mundo, el tabaquismo sigue siendo la principal causa evitable de muerte. Un nuevo estudio publicado en la revista de la American Heart Association, Circulation: Cardiovascular Genetics, ha concluido que fumar afecta al genoma humano en forma de metilación del ADN y que este impacto puede persistir incluso 30 años después de haber dejado de fumar.

Y es que el consumo de cigarrillos es un modificador importante de la metilación del ADN. Los expertos han descubierto genes asociados con el tabaquismo que contribuyen al desarrollo de enfermedades relacionadas con su consumo, como el cáncer de próstata, de estómago, de hígado, la bronquitis aguda o las enfermedades coronarias.

Los investigadores analizaron muestras de sangre de casi 16.000 participantes de 16 grupos incluidos en el consorcio CHARGE de investigación sobre corazón y envejecimiento en epidemiología genómica. , incluyendo un grupo de la Framingham Heart Study que los investigadores han seguido desde 1971.

En comparación con los no fumadores, los científicos descubrieron que los sitios de metilación del ADN asociados con el tabaquismo se relacionaron con más de 7.000 genes, lo que representa un tercio de los genes humanos conocidos.

Tras 5 años sin fumar, la mayoría de los casos de metilación de ADN volvieron a la normalidad, sin embargo, algunos se mantuvieron incluso 30 años después, dejando una huella histórica en el ADN de los participantes.

“Nuestro estudio ha encontrado pruebas concluyentes de que fumar tiene un impacto duradero en nuestra maquinaria molecular, un impacto que puede durar más de 30 años. La buena noticia es que una vez que se deja de fumar, la mayoría de las señales de metilación de ADN regresan a niveles normales (como si nunca hubiera fumado) tras 5 años, lo que significa que el cuerpo está tratando de curarse a sí mismo de los efectos nocivos del consumo de tabaco”, concluye Roby Joehanes, de la Escuela de Medicina de Harvard y coautor del trabajo.

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